¿De qué sirve que te mates a entrenar tu cuerpo si pasas olímpicamente de tu cabeza?

«Confiar en ti no garantiza el éxito, pero no hacerlo garantiza el fracaso»
-Albert Bandura-

¿Dónde está tu talón de Aquiles?

No podemos potenciar tu rendimiento si no tenemos en cuenta tu bienestar.

MOTIVACIÓN

AUTOCONFIANZA

PLANIFICACIÓN DE
OBJETIVOS Y METAS

REGULACIÓN EMOCIONAL

Atención y Concentración

RECUPERACIÓN DE LESIONES

¿Tu deporte te está plantando cara y
eso no te mola nada?

TE CUENTO ALGO

No te voy a engañar, no he tenido una historia emocionante con el mundo del deporte, al menos no la que esperas encontrar.


Mi interés por la actividad física se despertó en la edad adulta y por motivos de salud física. ¡El estilo de vida sedentario pasa factura y lo sabes!

La primera vez que salí a correr lo pasé mal… muy, muy, pero que muy mal. Me costaba respirar y mis músculos me decían a grito «pelao» que tenía que parar, que no podía más y que si daba una zancada más me moría.

El segundo día no fue mucho mejor, pero corría con dos personas más y no quería ser un paquete, así que me esforcé todo lo que pude. A pesar de mis ganas… la experiencia tampoco mejoró.

«No te preocupes después mejora».

Pero como dicen que a la tercera va la vencida, lo volví a intentar. Lo cierto es que no mejoró hasta mucho tiempo después cuando mi cuerpo fue cogiendo forma y se hizo cada vez más resistente.

No poder seguir el ritmo no era un fracaso. El verdadero reto era volver a salir a correr al día siguiente.

La perseverancia y la constancia, la motivación propia y la que transmitía el grupo, la planificación para conseguir mi meta, mi capacidad para atender mis sensaciones corporales, la confianza en que lo iba a conseguir y que ciertamente «después mejoraría» me permitió lograrlo.


Y ahí fue cuando entendí la fuerza de la Psicología Deportiva.